lunes, 9 de febrero de 2009

LA ERA DEL HURACAN

Omar Narváez desdibujó al retador a su corona Rayonta Whitfield y retuvo el cetro OMB Mosca por 15ª vez, luego de una victoria categórica

en el décimo asalto.



Finalmente llegó este combate tan anhelado no sólo por Narváez sino también por toda la gente que ama el buen boxeo. Ha sido un pleito cargado de emociones, furor deleite, y brillo. Sí, mucho brillo. El huracán Andrés Omar Narváez ha brindado una clase magistral, estupenda y perdurable de toda su destreza, categoría e inteligencia. El chubutense demostró que había hecho una preparación específica y se había exigido como nunca antes. Vimos a un hombre veloz como una gacela para entrar, tocar y salir del área de fuego. A un púgil con unos reflejos extraordinarios: visteos, esquives, rotación de cuello y una facilidad para manejar las distancias verdaderamente sublime.

Ya desde los primeros instantes del match, se pudo vislumbrar la estrategia de ambos, claramente diferenciadas. Por un lado, el “pequeño gigante” se movía sobre el ring cual pez en el agua. Tocaba y retrocedía con astucia e impactando con derecha al ritmo de uno-dos. El estadounidense se dedicaba a ir sumando puntos, respaldado en su largo alcance de mano diestra. Cuando contragolpeó, lo hizo con cierta desprolijidad y desconcierto a causa del huidizo argentino.

El segundo round, tuvo llegadas más punzantes a los planos altos del retador. Cruzados a la altura del pómulo y parietal, rectos de izquierda, para ir cimentando de a poco un perfil de ataque continuo y pegajoso para el desafortunado Whitfield. Que erraba, o mejor dicho, se topaba con un campeón sereno, racional que siempre anticipaba los envíos del norteamericano.

Al regreso del intervalo, el combate continuaba transitando por el mismo sendero. Narváez presionaba con su derecha cruzada y de breve recorrido, punteos de izquierda y lo llevaba contra el encordado, al tiempo que el challenger pretendía mantenerse alejado de las sogas e intentaba quebrar la guardia de su oponente, recurriendo a los ascendentes de derecha y a un peligroso y sucio recurso: sus codos.

El cuarto round fue la confirmación del claro manejo del combate que venía enhebrando el ``Huracán´´. Dio la impresión que el nivel de concentración, contundencia y holgura para manejar las riendas del pleito hacían agigantar al hombre de 1,60m. Él olfateaba que sus manos se hacían sentir cada vez que lanzaba, ya sea en volea o a 30cm del blanco. En consecuencia, le cerró los espacios y descargó su potencial a voluntad. En tres oportunidades, incluso llegó con su zurda en recto al mentón. Ante este panorama, Rayonta Whitfield se refugió en sus artilugios antiboxísticos. Utilizando su cabeza como ariete, le provocó un pequeño corte externo a Omar Narváez sobre el arco superciliar izquierdo. De allí en adelante, se abría una incógnita; ¿de qué manera influiría dicho corte en el desarrollo de la pelea?

Afortunadamente, si bien el visitante trabajó mejor durante el primer minuto y medio del quinto asalto, reaccionó el campeón y replicó con izquierdas y derechas exactas en partida y llegada que eventualmente equilibraron el match.

El público ya daba clarísimas muestras de apoyo al hombre de Trelew, se oían los primeros ``¡dale campeón, dale campeón!´´ desde las tribunas y el Palacio Aurinegro parecía adquirir vida propia. La gente se iba soltando y manifestando paulatinamente.

El sudamericano le fue tomando los tiempos al retador, achicaba y conectaba las mejores manos. Derecha-izquierda a la cabeza, tres veces jab de zurda y derecha a fondo. Anímicamente ingresaba en un progresivo declive el oriundo de Georgia. Envuelto en el juego del experimentado ``Huracán´´, Whitfield entró en el nerviosismo y avanzaba peligrosamente. No sólo acortaba distancias con la cabeza hacia delante sino también porque utilizaba su codo como si fuera un brazo adicional. Asimismo, vale agregar que algunos de sus lanzamientos quedaron por debajo de la cintura.

Fiel a su estilo, el púgil sureño permaneció con su dominio de las acciones. Él le imprimía ritmo, vértigo y magnificencia a sus desplazamientos y maestría a sus puños para llegar siempre sobre el mentón o cara del contrincante. Todos estos factores, desenfundaron la impotencia norteamericana que se manifestó por medio de un descuento de punto, ya que el norteamericano había utilizado reiteradamente su codo con mala intención.

Crecía Omar y se achicaba Rayonta. Psicológicamente, el norteamericano debía lidiar con los constantes barridos, esquives, visteos del petizo que lo hacían quedar como un torpe sobre el cuadrilátero. A lo ``Nicolino Locche´´ trabajaba Narváez esquivando y contragolpeando de derecha. Combinaciones exactas, milimétricas. Por otra parte, Whitfield no había variado sus mañas y combatía al límite del reglamento.

Llegó el noveno asalto: Izquierda-derecha en punta y derecha a fondo del campeón. Nuevamente, otra extraordinaria diestra en recto a la mandíbula y descargas fulminantes a los flancos. Obnubilado, el challenger no atinaba a desprenderse del cuerpo a cuerpo hasta que una vez más, levantó el codo de manera antirreglamentaria. El referí - Samuel Viruet – se dio cuenta de inmediato y ordenó otro punto de descuento. Era la última advertencia, la próxima vez decretaría la descalificación.

La multitud, conformada por más de 4000 personas, se mostraba eufórica, exultante, ante tamaña superioridad del defensor de la corona.

El ring side, atestado de fotógrafos y figuras como Marcela Acuña, Jorge ``Locomotora” Castro, Hugo Hernán Garay, Víctor Ramírez, Yésica Bopp, resplandecía de felicidad. Ya se vislumbraba un inminente nocaut.

Se preveía y ese momento se concretó sobre la lona. Narváez arremetió con todo su temperamento, el fuego interno, el hambre del record. Ingresó en la corta distancia y vapuleó el rostro con un exquisito derechazo, retrocedió, volvió a descargar y lo arrinconó al indefenso Whitfield. Absolutamente superado, vulnerable, sin reacción. Hasta que por fin, Viruet comprendió que el castigo ya era suficiente y detuvo el pleito. ``No va más ´´ y festejo de Narváez, estupor en Puerto Madryn, explosión de flashes. Fue una victoria categórica en la décima vuelta, a los cincuenta y tres segundos para ser exactos.

Narváez buscaba su propio lugar en la historia del deporte de los puños y la consiguió. Defensa número quince del título Mosca – versión Organización Mundial de Boxeo -. Los libros dirán que en la madrugada del 8 de febrero del 2009 ha superado al mítico Carlos Monzón en lo que se refiere a estadísticas. Omar Andrés Narváez ha dejado su impronta en el rico historial boxístico de la República Argentina. Un verdadero HURACÁN.

ROMERO DIEGO.

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